martes, 18 de marzo de 2014

La tirana y el alcahuete II

Es martes y...

El espectáculo debe continuar. Debido a la exitosa afluencia de público que obtuvo la primera entrega, los guionistas han decidido realizar una nueva función, material no les falta desde luego. Han sacado el tintero del cajón desastre y han maravillado, de nuevo, a la crítica. Si lo que pretenden es entretener, con su áspero sentido del humor, les aconsejamos que no abandonen nunca su profesión. Si su intención es otra, quizá deberían dejar de sacarse pelusas del ombligo y levantar la mirada hacia esa extraña multitud llamada gente.

A esta nueva ceremonia la han denominado "El loctite en el sillón y para otros el marrón". Con este título han pretendido encarnar, aseguran, la profundidad de los valores de los personajes principales.

A continuación les ofrecemos un resumen del esperado producto, en el que Robertito y Yolanda lograrán cautivarnos con su preciosista interpretación:

"Desde un primer momento el pequeño héroe del pueblo cae rendido en brazos de su deseada, obviando los cantos de sirena que, desde el butacón de la sensatez, le aconsejaban huir desaforadamente de la maquillada sonrisa de su pretendida. Haciendo caso omiso a dicha recomendación firmaron su compromiso en una ceremonia celebrada por todo lo alto. El angelito y el demonio habían saltado desde cada hombro del director para sellar el enlace en su coronilla. La felicidad desbordaba los papos engalanados de la "jet set", de "la crème de la crème" de la región. Los fuegos artificiales inundaron el cielo de color y esperanza para todos ellos. El bien triunfaba, de nuevo, sobre el mal. 

Pero, como ocurre alguna veces, la rutina aplastó los sentimientos y la ruptura no se hizo esperar. Después de algo más de un año de besos a escondidas y arrumacos de soledad, nuestro joven alcahuete decidió volar solo. Él siempre había soñado con alcanzar el cielo, lo que nunca le habían contado, al pobre, es, que eso que le salían de los hombros no eran alas y que las matemáticas eran una ciencia exacta. Había perdido el norte, para deleite del sur. 

A pesar de que fuera un barquito de papel en medio del océano, la gallardía del iluminado no conocía limites y, por ello, decidió continuar pegado a la butaca. Lo mismo sucedió con la dulce doncella que, contra viento y marea, se aferró a la mecedora como un niño a su piruleta. ¿Será por su aroma embriagador o por su falta de decoro? ¿O será porque el brillo de su dignidad es incoloro?"

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